jueves, 10 de abril de 2014

De frente y a la cara

Vamos a pensarlo bien por que no es fácil
¿Cómo que no?
Cuando venga de misa se lo digo, que le gusta, bien, que no, ajo y agua.
¡Cómo me sudan las manos, me duele la tripa!
!Ay! ya viene, ya viene.
Mejor se lo digo antes de comer, cuando se haya acabado el chato
es más, si se bebe tres mejor
¿o se lo digo después de comer?
¿o antes? ¿o en el postre?
¿sobremesa?
¿Y mi madre que dirá?
Ahora sí que viene. Le oigo reírse con sus amigotes
Puntual, como siempre, a las 2, tras la homilía.
Ya entra.
Sin más, de frente y a la cara. No me paro a su reacción.

- Soy gay. Adiós fachas. Vais a perder la guerra. Por cierto.

jueves, 3 de abril de 2014

Carpe diem

Sentado en la butaca sacó del bolsillo de su camisa un paquete de Ducados, se lo acercó a la boca, y sin usar las manos se metió un cigarrillo en la boca.
-Dame fuego, maestro. Y échame otro whisky doble, White Horse con dos hielos.
El camarero extendió el brazo para encenderle el cigarro e inmediatamente después se giró para servirle lo que había pedido.
Eran las dos de la mañana y en el mugriento bar sólo quedaba él, rodeado por cáscaras de cacahuetes y estaba enfrente de un mostrador amarillento tan sucio que ni siquiera permitía ver la clásica tortilla de patatas acartonada hecha desde hacía 20 años. Los chorizos, salchichones y morcillas colgaban como estalactitas de una caverna. Cogió el vaso de tubo y lo empinó agotándolo de un trago.
-Ponme otro. Pero esta vez, no me eches del mierda caballo ese. Échame un Chivas 38 ó 25.
-No tengo. Lo máximo es un DYC de 8.
-Puf. Exclamó. Vaya un bar de mierda. Poniendo énfasis en la primera sílaba de la última palabra.
-Si no te gusta, te vas a un bar de copas. Esto es un bar de barrio. Si lo quieres bien y si no, pues ajo y agua.
-Ajo y agua tu puta madre.
El camarero de recio carácter y grueso físico salió de detrás de la barra hecho un basilisco. La grasa de su pelo le combinaba con la que chorreaba por el delantal. Cogió al hombre por el cuello, le bajó de la butaca y lo sacó fuera del bar de un empujón.
-Mira, hijo de puta; Yo no me levanto a las 6 de las mañana para aguantar a borrachos como tú. Vete a tomar por culo y no vuelvas por aquí.
-Pero cómo no voy a volver si vivo ahí en esa esquina, dijo señalando con el dedo. Comenzó a reírse grotescamente y a caminar en dirección a su casa. Caminaba dando tumbos de un lado para otro, como cuando baila un elefante. Se apoyó en una farola, todo le daba vueltas pero no podía parar de reír. Carpe diem dijo para sí y dio vueltas y vueltas aprovechando las que ya estaba dando su cabeza hasta que cayó al suelo de un tropiezo. Se irguió, sacó otro cigarrillo que se puso encima de la oreja y otro que se puso en la boca. Anduvo hasta que vio a un chino vendiendo latas de cerveza.
-Amigo, dame una latita majo. Y dame fuego. Soltó una carcajada. Le pagó con una moneda de dos euros y se fue sin recoger el cambio. Estiró de la chapa y empezó a beber. La cerveza caía por los lados de la comisura de su boca y desembocaba en su desaliñada e hirsuta barba cana. No le habían encendido el cigarrillo. Bebía y se cruzó de acera por donde no debía. Un coche pegó un frenazo para no llevárselo por delante.
-Mira por donde vas borracho.
-¿Borracho yo? Anda payaso. Contestó y le entró hipo. No dejó de beber hasta que llegó a su portal. Sacó el manojo de llaves. Probó todas y cada una de ellas hasta que dio con la acertada, la metió y accionó la cerradura. Pasó al portal y allí aplastó la lata contra su pecho al tiempo que gritaba como un bárbaro. Siguió con el hipo y con la risa mientras subía hasta su casa en el tercer piso. Una vecina del primero se asomó por la puerta. El hombre la increpó de tal forma que la mujer, consternada, se escondió rápidamente en su casa. Cuando el hombre llegó al descansillo de su piso se le apagó la luz. Fue al botón y sin querer llamó al timbre de la puerta de al lado de su casa. Empezó a reírse y a intentar abrir rápido la puerta de su casa. Nadie abrió la puerta donde llamó sin querer. Por fin entró en su casa descalzándose mientras tiraba los zapatos y dejándose caer a plomo sobre el sofá. El olor de su casa era fuerte, pero ya estaba acostumbrado. Tras un rato se levantó del sofá y fue al servicio. Orinó salpicando toda la taza, ya no solo por el tembleque, si no por el hipo. Dijo para sí mismo; esto me lo quito yo fácilmente. Al salir del baño fue a una de las habitaciones. En ella había numerosos trofeos en sendas baldas colocados. Un traje de luchador de Wrestling enmarcado, una cama hasta arriba de ropa sin planchar y un armario. Se aproximó al armario y lo abrió. El hedor a putrefacción casi le hizo vomitar, pero se tapó la boca y salió corriendo cerrando tras de sí la puerta de la habitación.
Fue al pasillo y encendió la tele, justamente estaban televisando una película de porno erótica. Sin pudor ninguno subió el volumen y se dirigió a la cocina, entre risas, hipo y gemidos cogió un pack de 12 latas de cerveza. Las abrazó y acunó cómo si fuera un bebé. Se dirigió al salón, apoyó las latas en la polvorienta mesa y se quitó los pantalones quedándose en calzoncillos. En un arrebato lanzó los pantalones por la ventana. ¡A tomar por culo! Espetó.
Una a una fue bebiéndose las latas, eructando cada trago, llorando al acabar cada lata, y vomitando cada tres. A las sexta lata, con un dolor de cabeza capaz de doblar a un ogro, sacó otro cigarrillo, se lo encendió y se levantó. Aproximándose al cajón saco un VHS “Los mejores momentos de Puratós”. Sopló la cinta y tosió. La metió en el reproductor y rebobinó hasta que oyó el tope.
Dio al play y se abrió otra lata. En ella se veía a un luchador de Wrestling vestido con unas mallas azules, una camiseta naranja con un símbolo de un cigarro estampado, una máscara kabuki con expresión de sorpresa, y una capa negra. Grotesco todo.
En ella salía peleando contra otros luchadores en la época dorada del pressing catch español; Chicano loco, Toro abulense, Mañico Brutico, el desmigajador, el pasapuré o Julk-ian el verdoso. Aparecía también levantando copas y cinturones dorados, abrazando a hermosas mujeres de pechos voluptuosos y turgentes. En fin, buenos tiempos.
Siguió abriendo cerveza pero ya no se reía, solo lloraba por que cualquier tiempo pasado fue mejor. Acabó con todo el pack de cervezas y se dispuso a acostarse. Decidió que lo mejor sería darse un baño. Mientras se preparaba el baño sacó de la pitillera una bolsita. Cogió la cartera y sacó el carné de socio VIP de PK2, un prostíbulo a las afueras de Madrid. Volcó los polvos y con otra tarjeta los acotó hasta hacer una raya. Puso la nariz a escasos centímetros y aspiró los polvos que entraron directos al cerebro. Los polvos restantes se los restregó con el pulgar por las encías y se chupó el dedo.
Terminó de llenarse la bañera y se metió dentro sobresaliendo únicamente la cabeza. El agua desprendía un vaporcillo de calor que empañó los cristales y azulejos. Se encendió un cigarro cayéndosele la ceniza dentro del agua. Apuró hasta la última calada y tiró el cigarro empujándolo con el dedo gordo e índice de la mano. La colilla seguía ardiendo. Se recostó y se quedó dormido.
La casa comenzó a prenderse gracias a la acción de la suciedad, a la colilla no apagada y los calzoncillos que dejó tirados en suelo. El humo hizo que se despertara tosiendo. Se levantó sobresaltado y frío, pues el agua se había enfriado. Quitó el tapón, y se quedó inmóvil para no salvarse. ¡Satán llévame contigo! Sin más, Satán se lo llevó. A las horas el fuego había arrasado medio edificio. Los bomberos estaban intentando controlar el fuego y la policía acordonaba la zona. Los sollozos de los vecinos eran indescriptibles puesto que veían como sus pertenencias se volvían cenizas. Cenizas sobre cenizas. A las seis horas después del suceso, ya había amanecido y el fuego se extinguió. Una docena de policías con otros tantos bomberos comenzaron a registrar los pisos. De uno de ellos sacaron un bebé calcinado con su cuna al lado de un perro y una mujer mayor, de otro un montón de papeles pues era una gestoría.
-¿Hay algo más en el cuarto piso? Preguntó el comisario.
-En el cuarto nada, señor. Pero en el tercero hemos hallado el cadáver de un hombre a medio calcinar en la bañera. He llamado al forense para que le identifiquen.
-Muy bien. ¿Algo más?
-Si señor. Creo que esto le interesa bastante. En una de las habitaciones había cuatro cuerpos en avanzado estado de putrefacción. Envueltos en bolsas de basura. Los cadáveres son tres hombres y una mujer de entre unos 25-45 años.
-¿Cómo es posible que el armario no se halla quemado?
-Porque el armario, y el canapé estaban acabados con un barniz ignífugo, señor.
-A ver si llegan ya lo forenses y nos dicen quiénes eran esos fiambres.
Al cabo de un rato, mientras el comisario se acababa su cigarro llegó la policía científica.
-¿Qué tenemos? Preguntó el forense.
-Una vieja, un bebé, un perro. Un hombre y cuatro cadáveres. La vieja y el bebé no me corren prisa. Tanta, quiero decir. Me preocupan más el hombre de la bañera y los cuatros cadáveres.
-Vale, vamos a ello.
Tanto la policía, como los forenses subieron al tercero y estuvieron intentando recopilar pruebas. La cinta VHS, pelos de los cadáveres.

A las cuatro semanas de investigación se supo que el que provocó todo era Paco Rodríguez Santos, ex luchador de Wrestling conocido como Puratós. Las otras cuatro víctimas correspondían a Macario Yáñez Pinzón, Hakim Al-Alili, Santiago García Toral y Rosario Bermúdez respectivamente; representante, camello, amigo y ex mujer del susodicho Paco Rodríguez Santos.