lunes, 21 de julio de 2014

Matarratas al por mayor

Estuve saliendo con una ratita presumida. Tanto que no olvida echarse matarratas en sus órganos reproductores para espantar a los roedores roneadores. Ella decía que se lo echaba para ser sólo mía. 

Un día salimos por una cloaca cualquiera. Creo que era la que conectaba la 23 con la de tu puta madre. Llegamos a la puerta del pub y el puert nos pidió la identificación. A ella si la dejaron entrar. A mi no. Dijeron que era muy humano como para que el resto de clientes no se sintiera incómodo. Mi ratita entró. Me quedé sentado en el rellano viendo como pasaban, zorros, conejos, unicornios y un tipo con barba que seseaba demasiado. Diría que era gallego. El portero, vio cómo se acercaba dos dromedarias con sus turgentes jorobas tonsuradas. No aguantó más y se fue a ronearlas. Aproveché la ocasión y me colé. La música no era agradable con los bajos muy altos y los graves muy agudos. De hecho yo no oía nada, pero todos se zarandeaban de un lado para otro como si estuvieran en trance. Entonces, empezó a salir humo de la zona del escenario y al disiparse un poco se pudo ver la silueta de un tipo encorvado, calvo y con la barba rodillera y apoyado en un bastón. Se hizo un silencio sepulcral y tio empezó a tirar pastillas de droga caníbal. Vi a mi ratita y me abrí paso hasta ella. La abrace tiernamente y bailamos un rato hasta que oímos un grito. Del baño salío ensangrentada una hiena histerica. Tras ella una estrella de mar con cara malévola. "Hijos de puta. Os voy a comer a todos vuestro jugosos ojos" gritaba enardecida. Agarré a mi ratita y tiré de ella. Vámonos corriendo. Cuando nos abríamos paso, el unicornio empotraba contra la pared a aquella suricata. Y al acercarnos más a la salida; una tortuga se merendaba el clítoris de una elefanta gogó que bailaba por allí. La gente comenzó a gritar despavorida, pero para entonces ya habíamos salido y deshaciamos el camino hasta nuestra madriguera. Fue entonces cuando cuatro ratones, visiblemente bajo los efectos de la droga canibal, se toparon con nosotros. A mi ratita la intentaron fornicar, pero el matarratas hizo efecto. Entonces me fornicaron a mi. Una y otra vez. Con saña y sin ella. Con condón y sin condón. Hasta el fin de los días. Mientras me taladraban el recto como una black and decker el pan de molde, le dije a mi ratita: "a mi se me olvidó echarme matarratas"