jueves, 7 de mayo de 2015

Carta de un soldado de la primera guerra mundial

Mi querida Louise:
Te escribo desde mi trichera fría y húmeda en Verdún, porque eres la luz que me ilumina en esta oscuridad. Me gustaría saber cómo te encuentras y cómo se encuentra nuestro hijo, ya que es lo que aquí me mantiene con fuerzas.
Estamos a 25 de febrero, a tres semanas de mi vigesimo sexto cumpleaños y querría estar contigo, pero mi patria me necesita, aunque no sé muy bien por qué nos han llamado a filas. Aquí se habla algo de un príncipe austriaco asesinado: ¿Tú sabes algo?
Hace cinco días que llegamos a Verdún y aún no ha parado de llover ni de haber niebla. Hace demasiado frío y no hay suficientes mantas para todos. Yo he tenido que coger la de Julien, que murió ayer de disentería.
El nuevo comandante, Philippe Pétain, me ha destinado al regimiento de artillería y gases. Tengo mucho miedo porque los gases son letales, por eso llevamos estas especies de vozales con respiraderos.
Pasado mañana tenemos previsto avanzar varias lineas y acercarnos a los alemanes e intentar expulsarlos de sus trincheras. Hemos oído que tienen un arma que escupe fuego, lo llaman lanzallamas. Podrán tener todo lo que quieran , pero no el coraje y valentía que demostró el coronel Émile Driant muriendo antes de ayer con sus fusileros para que nosotros nos replegáramos.  ¡No nos vamos a rendir, hoy no!
Tengo muchas ganas de volver a casa para comer en condiciones y no el pure pastoso de aquí. No veo el momento de volver abrazarte, ni de acariciar a mi yegua Philomena.

Sin más, espero verte pronto; Eternamente tuyo: Raimond

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