domingo, 27 de noviembre de 2016

Hegel es la puta verdad

Ese día Pericles estaba un poco molesto. Se levantó de su cama extenuado y dolorido, con un malestar que algo le hacía sospechar. Davidopoulos, vago como siempre, tardó horas en levantarse. Nada más poner pie en el suelo Davidopoulos hizo su ritual: calzarse la zapatillas de estar por casa, ir al servicio, mear, cagar y bostezar. En este orden, sin alteraciones. 
Pericles lo esperaba impaciente en la cocina, con ganas de desayunar, ambos tomaron su reglamentaria taza de café

Habiendo acabado de desayunar, la pereza inundó a Davidopoulos, que como buen hedonista dejó rienda suelta a sus apetencias y se tumbó en la cama volviéndose a dormir. Esto no gustó a Pericles que farfullaba por lo bajo: - "Puto vago, no se mueve ni con agua hirviendo". Pericles aguantó una hora leyendo un libro para ver si Davidopoulos se despertaba, pero fue en vano. Pasada la hora decidió desaparecer.

Davidopoulos, mientras, soñaba felizmente con historias de caballeros, de princesas con grandes pechos y dientes de León malvadísimos. Era feliz, su fase rem era el único momento del día en el que se encontraba feliz.

Pericles regresó de la calle. Al entrar observó que Davidopoulos dormía, y que no tenía la intención de despertarse. Pericles continuó leyendo sus escritos sobre fenomenología hegeliana. Era algo normal en su vida, pero no en la de un mono cualquiera. Pero Pericles no era un mono cualquiera.
Las horas pasaban y Pericles entendía que el placer y la alegría que genera la exploración del saber, para Hegel, está en la búsqueda de la verdad. Ésta frase fue la que cambió la vida de Pericles. Comprendió que era un instrumento de Davidopoulos, que le utilizaba, y más triste aún, que le trataba como a un humano cuando era un primate.

Pericles reflexionó; verdad, subjetividad, Davidopoulos, hijo de puta, mentiras, primate, experimento....las palabras le pasaban por la cabeza como un carrete de imágenes y de repente; desde el otro extremo de la casa se oyó una voz: ¡PERICLES, TRAEME AGUA, MI QUERIDO AMIGO PELUDO!

Esas palabras resonaron en Pericles; el mono, obediente se levantó, pero sus dientes iban rechinando y temblorosos no le dejaban articular palabra. Llegó a la cocina, llenó un vaso de agua y se dirigió al dormitorio. Le dió el vaso a Davidopoulos, éste lo bebió y cuando acabó miró al mono y le dijo: ¡ALE, PRIMATE, YA PUEDES MARCHARTE! Pericles se giró y enfiló el pasillo. Se encerró en su habitación y se ensimismó en sus pensamientos. Lloró. Durmió, no sin despertarse sobresaltado en numerosas ocasiones siempre con las palabras de Davidopoulos y las de Hegel.

Pericles se levantó temprano, obviamente mucho antes que el perezoso de Davidopoulos. Eso le gustó, porque podría llevar a cabo el plan que urdió por la noche. Se levantó de un salto sabiendo que ese era "EL DÍA". Fue al baño, se acicaló, y se puso un traje que compró el día anterior. Davidopoulos aún dormía. Pericles se dirigió a la cocina, se preparó un café bien cargado y esperó, mientras ponía en su aparato de reproducción un tema que le venía al pelo: Prometeo de Extremoduro.

Davidopoulos se levantó con el hilo musical de fondo, lo cuál le enfureció. Ese día no hizo su ritual y fue directamente a ver que hacía su amigo peludo. Davidopoulos sabía que algo había cambiado. Entró en la cocina y vió al mono allí sentado, altivo, pletórico, más psicópata que nunca. Davidopoulos se refirió a él: ¡Pericles! ¿PORQUÉ NO ME HAS ESPERADO?

Para cuando quiso acabar Pericles se avalanzó sobre él. Le golpeó con dureza en la sien repetidas veces. Davidopoulos consiguió zafarse de él y arrastrarse escasos 30 centímetros. Pericles, sacó una beretta 9 milímetros y la puso en la frente de Davidopoulos. Pericles subió el volumen de la música y cantó al son de la canción: "me revuelco por el suelo y me revienta la polla" y disparó el arma en dirección a la rodilla de Davidopoulos que gritaba como un cerdo preparándose para su San Martín. Pericles disparó una segunda vez, esta contra el codo de Davidopoulos que se desmayó del dolor. La canción acabó, el mono rió complacidamente, se miró al espejo, se bajó el pantalón y cagó en el suelo. Como buen primate jugueteó con su mierda hasta que la lanzó contra el cuerpo inerte de Davidopoulos que sangraba dejando un enorme charco que parecía adquirir la silueta de una flor de cerezo.

Antes de irse, el mono, por si despertaba Davidopoulos, escribió en la pared con la mierda: HEGEL ES LA PUTA VERDAD

Con la colaboración de mi gran amigo Davidopoulos. Ai loviu broder.

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